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Serengeti es el Parque Nacional más antiguo y conocido de Tanzania. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1981, ocupa una superficie de unos 15.000 kilómetros cuadrados. Formado por praderas, sabanas y bosques, debe su fama al mayor movimiento migratorio de animales salvajes. Gigantescas manadas de ungulados (más de un millón y medio de ñus, más de 200.000 cebras y 300.000 gacelas de Thomson), siguiendo la estacionalidad de las lluvias en busca de nuevos pastos, se desplazan sin descanso entre las llanuras del sur y el Masai Mara, cubriendo una ruta circular de casi 800 km.
En esta inmensa etapa de la vida, "presas" y "depredadores" dominan la escena del mayor parque de Tanzania.
No es difícil, de hecho, observar manadas de leones dándose un festín con la abundancia de herbívoros, mientras leopardos solitarios deambulan entre las acacias a lo largo del río Seronera. Casi de forma única, el parque alberga las tres especies de chacal africano, la hiena manchada y depredadores más pequeños y escurridizos como el insectívoro lobo hormiguero o el hermoso gato serval. Una alta densidad de guepardos puebla las llanuras del sureste, mientras que en el suroeste, en la zona de Moru Kopjes, es posible, con un poco de suerte, avistar rinocerontes negros, ahora casi diezmados por la salvaje caza furtiva de décadas pasadas. No en vano, aquí se encuentra el Proyecto Rinoceronte del Serengeti, un centro de conservación de especies amenazadas.
Pero el Serengeti no es sólo la tierra de los "cinco grandes", es decir, el elefante, el león, el leopardo, el rinoceronte y el búfalo, porque la variedad de su fauna es realmente asombrosa y sorprendente. Flamantes lagartos agama y jirafas de las rocas recorren las superficies de los aislados koppies de granito que salpican las interminables llanuras. Se registran hasta 100 variedades de escarabajos peloteros y más de 500 especies de aves, desde el avestruz hasta el extraño pájaro secretario de las praderas abiertas, pasando por las águilas negras que se elevan sin esfuerzo sobre las colinas del Lobo. A lo largo de los cursos de agua se pueden observar numerosos hipopótamos y la sangrienta quietud de los cocodrilos.
Las emociones en el Serengeti son tan abrumadoras y numerosas que no hay espacio suficiente en el corazón para contenerlas todas. Es imposible describir la persistente sensación de libertad y espiritualidad que crea el inmenso espacio de las llanuras que se extiende por la sabana abrasada por el sol, hasta el resplandeciente horizonte dorado. La magia continúa después de las lluvias, cuando las doradas extensiones de hierba se convierten en una ilimitada alfombra verde, salpicada de flores silvestres. Por último, hay colinas arboladas de acacias y ríos bordeados de higueras donde el verde del follaje destaca, inexorable, sobre la característica tierra roja polvorienta: "el espectáculo, dentro del espectáculo”.
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